En la provincia de Teruel, el tiempo se saborea. Su paisaje agreste y su herencia medieval se entrelazan con una tradición gastronómica profundamente arraigada en el territorio. Desde el Bajo Aragón hasta las sierras de Albarracín, Teruel invita a un viaje sensorial donde cada producto refleja la autenticidad de su entorno. El jamón de Teruel, con Denominación de Origen, es su buque insignia, pero comparte protagonismo con quesos artesanos, trufas negras —consideradas de las mejores del mundo—, aceite de oliva virgen extra del Bajo Aragón y embutidos de elaboración tradicional.

La experiencia enogastronómica se completa con vinos con carácter, elaborados en pequeñas bodegas que apuestan por variedades autóctonas y técnicas sostenibles. Pueblos como Mora de Rubielos o Calaceite no solo conservan su esencia histórica, sino que también acogen restaurantes y proyectos gastronómicos que reinterpretan la cocina turolense desde una mirada contemporánea.